viernes, 15 de agosto de 2025

Mira papá, otro toro amarillo

 

Contaban los plumillas que lo de Vázquez, después Veragua, eran de una asombrosa variedad de capas; pues ahora parece que solo existe lo jabonero y si es un niño el que lo cuenta, solo hay toros amarillos.


Lo bueno de esto de la variedad de encastes es que como son de distintos colores, así es muy fácil saber de cuál es cada uno. Grises, de Adolfo y Victorino; amarillos de Veragua, todos amarillos; marrones de... de muchos ; y negros... negros... de Fuente Ymbro, ¿no? Y, ¿qué diferencia a unos de otros? ¿Solo el color? Pues quizá depende de a quién preguntes. Si vas a un aficionado, igual hasta te hace una disección clara y exhaustiva de lo que es cada color. Eso sí, si antes no le explota la cabeza al escuchar eso de separar los toros por colores, como si fueran fichas del parchís. Y si le pregunta usted a los novilleros de la víspera de la Paloma, o a sus mentores, lo más normal es que les respondan que todo es lo mismo, que esto va de dejarlos a su aire, sean del color que sean y luego, ¡hala! A pegar trapazos como si no hubiera un mañana. Y así pasa, que les echan una de Aurelio Hernando, sangre Veragua, según los escritos oficiales, y andan más perdidos que Pinocho en una serrería.

Seis de Aurelio Hernando, todos jaboneros, unos más claros y alguno jabonero sucio. Pero vamos, si los quieren llamar amarillos, jabonosos, enjabonados o como gusten, ya tampoco pasa nada, que si hoy en día llamamos toro a según que espécimen y toreo a según que práctica, tampoco vamos a ponernos exquisitos con los colores de las capas de los toros. Correctamente presentados, pero con poco dentro y lo poquito que había los actuantes tampoco sabían cómo y cuándo se les podía sacar. Mansearon en el caballo, dónde en ningún caso se les puso correctamente en suerte. El que no derrotaba con un pitón lo hacía con el otro o echaba la cara arriba descaradamente, cuando no tomaban las de Villadiego en el momento en el que no se les tapaba la salida o se les hacía la carioca. Malos comportamiento acrecentados por unas lidias nefastas, por un dejar a los animales a su aire, como si fuera miembros de la secta monoencastada al uso. Mal picados, con cuchilladas traseras, como una que casi le sirve al piquero para extirparle de un marronazo las piedras del riñón al de don Aurelio.

Con una pobrísima asistencia, aún había entusiastas aferrados al paisanaje que animosamente jaleaban los trapazos y enganchones como si fueran pinturas. Que dirán que por qué sabíamos que eran paisanos. Pues muy sencillo, porque en el trascurso del festejo anda cada uno a lo suyo y cuando llega el chico de la Filomena, venga a bienear al muchacho. Y al ver caer al animal, sea de un bajonazo o no, venga a sacar pañuelos con frenesí, sin que nadie más, aparte del paisanaje, secundaran su propuesta orejil. Álvaro Seseña no era la primera vez que se pasaba por Madrid, pero muy bien podía ser la última. Inoperante con el capote, inoperante en la lidia, A su primero, que buscaba amparo en las tablas constantemente, se lo sacó en el inicio del trasteo, para luego soltar su repertorio, trapazos de uno en uno muy en corto, venga a tirar de pico y una sosería malamente aguantable. Sin parar quieto un momento y como culmen de su arte, a citar dando el culo y metiendo el pico de la muleta como queriendo exagerarlo ¡Ay señor! Se ponen así y luego pretendemos que lidian cada encaste de acuerdo a lo que este sea. El cuarto, que notaba la puya entre protestas airadas, aguantó poco. El primero al menos tardó un poquito más en ponerse en modo burro descastado, pero a este le faltó tiempo para mostrar sus modos acemilares. Y el espada, pues a ver si alguien le iluminaba, porque no sabía por dónde meterle mano al bicho. Y tras mucho esfuerzo tan solo para cuadrarlo, todo lo arregló con un bajonazo, como en el que abría plaza.

Valentín Hoyos, otro que repetía, se encontró con un manso que tiraba derrotes al peto con saña. Le dejaron a su aire, quizá con la esperanza de que con la muleta iba a ser otra cosa, pero... fue lo mismo de siempre. Banderazos muy bien bailados, a merced del novillo, sin amagar jamás con bajar la mano, muleta exageradamente al bies, hasta que pronto lo que parecía un toro se transformó en la mula Francis. Que esta ha sido una tónica general. Que quizá los animales tenían arrancadas para dos tandas a lo sumo y no para ponerse exquisito al natural o con derechazos, quizá el darles por abajo, el poderles, a los seis, habría sido lo más recomendable, pero no, había que dejar claro que no se podía con este ganado y al final los mansos cambiaban los arreones por entradas de burro. En el quinto, Valentín Hoyos insistía en demostrar su escaso bagaje para estar en Madrid, como tantos, y su toreo trapacero sin parar quieto, siempre fuera, hasta encimista y con el pico le daban para muy poco. Cuchillada va y cuchillada viene con la espada, metisaca en los blandos y quizá se despedida de esta plaza al menos en un tiempo suficientemente prolongado.

Y el tercero, el más acompañado según las formas y actitudes de muchos, David López, que se presentaba, pero visto lo visto, parecía que le habíamos visto mil veces mil. Lo de todos, sin tan siquiera dejar atisbos de una personalidad que le distinga de esa legión de novilleros con poco garbo taurino. Ausente de la lidia ¡Novedad! El Aurelio echaba la cara arriba con desesperación en el peto, pero en el momento en que se le quiso citar por abajo con trallazos muleteros, se iba al suelo. No quedaba otra, debió pensar el debutante, que tirar de pico, piquero desde lejos, largar tela y empezar a ponerse encimista. Le sorprendió un par de veces por el pitón izquierdo, pero no pasaba nada, a pegar más derechazos, que de eso siempre hay. Y apareció el mulo después de no sé cuantas tandas de trapazos. Que mala forma de aburrir a una borrica. Que sí, borrica, pero hombre, se acorta el trasteo, porque esto es así y evitas ese mal trago al ganadero. Bajonazo tirando el trapo y, ¡oiga! Que todavía afloraron pañuelos blancos, como afloran las malas hierbas en un patio abandonado. Que hasta iba decidido a darse un garbeo por el ruedo, pero alguien le dijo, ¿dónde vas, Tomás? Y se frenó. Gracias al que le hizo ver la luz. Al sexto le costaba mantenerse en pie y a poquito que le exigían, al suelo, lo que no impidió que el ídolo de unos pocos se pusiera decididamente a liarse a trapazos, más al aire, que al novillo. Arrimón, que eso siempre calienta a la parroquia, pero el mal uso de la espada, tras pasar un ratito merodeando por allí, más un bajonazo, nos evitó el mal trago de la ya tradicional vuelta al ruedo en el sexto, cuando todo el personal se ha marchado, ¿todo? Todo no, se quedan los allegados y ahí viene la trampa, vuelta al ruedo para cuarenta y cuatro mal contados. Y al final, ni jaboneros, ni Veraguas, ni nada, que el crío tenía razón cuando le dijo a su progenitor, mira papá, otro toro amarillo.


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martes, 5 de agosto de 2025

Si se siente excluido de una plaza, igual no es por su persona o por su origen

Cada vez Madrid es menos Madrid, pero de momento, intentemos que no se pierda completamente en el recuerdo


Llevamos años, décadas, hablando de los autobuseros, sobre todo en la plaza de Madrid. Algo que incomoda a los que reciben y a los que deben ser recibidos. Estos lo sienten casi como una actitud xenófoba, que en la capital no quieren a los de los pueblos, los de la capital son unos clasistas, unos excluyentes, que además se creen los más listos del mundo. Bueno, vaya por delante que quién piensa eso de un lugar como Madrid, evidentemente no se ha enterado de lo que es esta bendita ciudad que en su día acogió, y sigue acogiendo, a todo el que decide venir al frío y al calor de este poblachón manchego, el pueblo más grande del mundo, decían. Un Madrid que acogió a tantos y tantos que buscaban un futuro mejor y como dice el chotis, si vienes a Madrid, te casarás aquí y tus hijos, los que nacimos de esos matrimonios, seremos de Madrid. Y Ya les digo yo que una representación muy fiable de esto que digo es la plaza de Madrid. La afición e Madrid se ha alimentado de gentes de todas partes. Nacidos dónde el azar decidió, en las provincias de alrededor, en Castilla y León, La Mancha, Extremadura, Andalucía... y no sigo, porque tendría que nombrar a toda España. Pero claro, como sucede en las Ventas, aquí no sobra nadie. En la plaza de Madrid no sobra nadie, ni los que vienen de fuera por curiosidad, ni los que vienen por el paisano, ni los que simplemente son partidarios, ni los que llevan un pancartón, un pañuelico al cuello con el nombre de la peña que les traslada, ni tan siquiera los japoneses que se acercan a conocer algo tan de aquí como los toros en las Ventas. Pero claro, repito que igual esto no es del todo entendido, quizá porque el que viene de fuera pretende que los de aquí adoptemos y nos sumemos a su juerga. Que ellos no sobran, nada más lejos, lo que sobra de todo punto en muchos casos son ciertas actitudes, no las personas. Que si lo llevamos al absurdo, siempre tan recurrente para ver con más claridad la realidad, imaginemos que nos invitan a una boda. Desde el momento en que nos invitan es porque quieren que acompañemos a los protagonistas en un momento tan especial. Entonces, no sobramos, estamos invitados. Pero claro, si en nuestro pueblo, en nuestro barrio o en nuestra calle es costumbre el quitarle la ropa interior a los novios, ponerse esta a modo de cofia y pasársela entre los invitados, el ponerse a cantar que baile la coja porque la madrina renquea de una pierna o una copita más para el padrino cuando ya no se sujeta en pie de tanto celebrar, pues igual hay a quién no le parezca bien. Pero claro, es que es lo que hacemos en las bodas en... Pues no, lo que sobre no son los impertinentes, que lo son y a los que se quería tener presentes ese día, lo que sobran son sus actitudes; actitudes aplaudidas allí, pero no aquí.

Pretender que la plaza de Madrid saque los pañuelos como un solo espíritu después de que el paisano no haya parado de bailar y haya arreado un bajonazo, por mucho que sea de Villamorreras del Conde, que sea muy querido entre los suyos, pues es mucho pretender, quizá demasiado. Que luego llegarán las fiestas del patrón y no le cabrán los despojos en el esportón, pero eso allí, no en otros lugares. Que sí, que igual es que en Madrid somos muy secos, tremendamente raros porque no aguantamos el pico, las carreras y los bajonazos, que nada nos vale si no hay toro, el toro que a nosotros nos gusta, pues sí, somos una panda de aburridos, pero aquí, en la plaza junto al metro de Ventas ¡Qué se le va a hacer! Que por no tener, no tenemos, ni queremos tener, músicas durante la lidia. Que dicen que eso alegra mucho, pero entre el alegrar y el dolor de cabeza, preferimos evitar esto último. Pero no vayan a pensar que esto va en una única dirección, porque tampoco me parece pertinentes esas actitudes de supuestos aficionados de Madrid, que parecen que quieren ir abriendo franquicias de las Ventas por todas partes del mundo mundial. Que ven una plaza cuadrada y la quieren redonda. Que ven un ruedo chico y ya están presentando proyectos de ampliación, que sí, que los habemos que los ruedos chicos nos cuestan, pero es tan sencillo como o no ir o aguantarse, mientras el de las Ventas no lo hagan más chiquito. Que parece todo muy complicado, pero es más sencillo de lo que parece y no hay tomarse las cosas por lo personal, aunque esto sea lo más habitual. Que en Madrid no sobra nadie, ni el 7, que tanto importuna a muchos de los que nos visitan. Que quizá en su plaza no haya un 7, pues perfecto, que sigan así, pero en Madrid está y no queremos que desaparezca, unas veces para coincidir con ellos, otras para echar pestes y hasta otras para estar en acuerdo y desacuerdo a la vez, porque ni el 7 es un monolito de pensamiento único. Que los hay que hasta se molestan porque unos van en pantalones cortos y no con levita, como en su lugar de procedencia. Así que no hay que darle tantas vueltas a las cosas, no hay que personalizar tanto, no hay que pretender que todos idolatren al paisano y si no es así y esto les incomoda, ya saben, si se siente excluido de una plaza, igual no es por su persona o por su origen.


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viernes, 1 de agosto de 2025

Esos entusiastas de los pañuelos que nunca fallan

En Madrid cabe todo, hasta la suelta de vaquillas al final del festejo, pero al menos que los mozos no se vistan de luces, que pueden confundir al personal y algunos, con su pañuelico blanco al cuello, hasta puede llegar a pensar que está viendo a matadores de alternativa.

Después de haberse devorado las Ventas, ahora vienen las noches de pesadilla en las Ventas, pero sin un cocinero que intente poner orden por aquellos lares. Y más o menos, lo de siempre, los de siempre, que van a los toros con esa esperanza la de ver toros, pero... ¡Ay el pero! Un cartel encabezado por una ganadería que iba a ir para Francia, pero perdió el billete y se quedó en Madrid, tres espadas que igual no se creían que los pudieran anunciar en esta plaza y la guinda de los que nunca fallan, esos paisanos entusiastas que fletan buses como si fueran Álvaro de Bazán mandando su Invencible para conquistar el mundo, aunque luego ya se sabe, ni don Álvaro, ni conquista alguna. Que ya los veías antes de entrar con su pañuelico blanco al cuello, que es la señal inequívoca de que se va a los toros en disposición de darlo todo, todito, todo, para encumbrar al paisano. Que si hay que jalear un marronazo en mitad del lomo por parte del de aúpa, se jalea, que vale con atinar en lo negro. Que los trallazos enganchados los cuentan como esculturas taurinas, quizá pertenecientes a la escuela más abstracta del arte taurino, pero si a ellos les parece arte , y lo que es más importante hoy en día, les emociona, pues adelante con los faroles. Que oiga, a ver si nos salen con eso de la emoción unos por ver corretear a su paisano y no se lo vamos a permitir a los de los autobuses y los pañuelicos blancos. Hasta ahí podíamos llegar.

Toros de puro encaste Graciliano, ¿no? O igual... Pero no me vayan ahora a quitar esa ilusión, no tengan tan mala... Pero claro, uno los va viendo salir y, ¿qué quieren que les diga? Cornalones, eso nadie lo discute, escurriditos, que igual lo discute alguien, pero que en nada recordaban a aquellos que se decían del gasoil. Ha pasado mucho tiempo y por lo que se ve, ni del gasoil, ni de alcohol de quemar. Y si ya buscamos eso de Graciliano, mejor evítenselo, porque a nada que se pongan, no me extrañaría que se dieran a cualquier vicio perjudicial para la salud. Mansos como la madre que... Aunque igual la madre era un dechado de bravura y la pobre no tiene culpa, pero la mansedumbre les rebosaba. Con complicaciones, lo que hacía que la cosa no fuera tan soporífera como en otras ocasiones, y era lo que daba un poco de emoción, paisanajes aparte, a lo que allí ocurría. Emoción acrecentada por la incapacidad lidiadora de los de luces, caballistas incluidos. Capotazos mil, para no llegar a ninguna arte. Los banderilleros negados, aunque todavía hicieron saludar a Iván García, cosas del programa, y que con esas actitudes atléticas, llega como un rayo a los tendidos. Quizá el más aseado en un par fue David Adalid, que a la salida se vio complicado y muy complicado por el toro que hizo por él. Hay que reconocer el oportunísimo quite de Rafael Cerro a cuerpo limpio, primero por estar atento y segundo por ese saber cruzarse en el momento justo. De los picadores, pues si ya he dicho que se les jaleaban los marronazos. Eso sí, no se escuchó lo de “hay que picar”, que solo faltaba eso, animarlos. Ensañados con el palo y yo siempre digo que si el toro no va al caballo, pues tendrá que ir el caballo al toro, pero, ¡hombre! Eso va después de ponerlo en suerte, de cambiar los terrenos si es preciso, pero no de primeras; que se veía que el toro estaba ya parado, pero al menos, que lo dejen ver un poquito. Pero esto quizá sea parte de ese pragmatismo moderno, en el que todo es un trámite para llegar a la muleta. Y los toros, ante tanto barrenar, taparles la salida, hacer la tourmix, la carioca, navajazos traicioneros y todo tipo de tropelías desde el penco, se limitaban en el mejor de los casos a dejarse pegar.

Los espadas iban encabezados por Rubén Pinar, ese torero que tanto afecto muestra a las madres de los que le protestan, que cada día deben ser más y más, hasta ser legión. El segundo, Rafael Cerro, al que parecía que le habían dado el puesto a raíz del vídeo de un quite en una capea de pueblo, que como el de Adalid, oportunísimo. Y cerraba el cartel el confirmante Raúl Rivera, que seguro que estaría muy ilusionado por al fin confirmar en Madrid. Tres toreros que en el pasado año sumaron cinco festejos entre los tres. Que mirado estadísticamente, cada uno toreo un festejo y pico en el 24, pero yendo a la realidad, es que Pinar sumó cuatro, Cerro uno y Rivera... echen cuentas. Y no hablaremos de las plazas en las que sumaron esas actuaciones, peroles doy una pista, seguro que los de los pañuelicos blancos no necesitaron fletar ningún autobús.

Pinar no defraudó, perdido e incapaz como es habitual, que no le dio ni para explayarse con el pico, pero sí para bailar y bailar, probar que si por aquí no y por allí menos y a por la espada. En su segundo que si me lo saco de la raya, que si pruebo con la diestra y luego con la siniestra y como no lo veía claro, a otra cosa. A ver si un mal revolcón le iba a hacer perderse algún contrato. Rafael Cerro, que parecía que si iba a manejar con el capote, pues no, paso atrás, todo muy crispado, con la muleta más de lo mismo, sin poder jamás, venga enganchones, sin pararse quieto. En el quinto lo mismo, sin saber por dónde meterle mano, sin parar un momento, ventanazos, trapazos al cielo, que si ahora me pega un achuchón, que si en lugar de ir de luces me lo ponen de calle, más de uno se pensaría que estaba viendo a uno de las capeas de Arganda, Ciudad Rodrigo o cualquiera de esos pueblos de Dios que aún mantienen las ganas de dar toros. Y tras una media demasiado caída, ¡Oh, milagro! Cae el Fraile y asoman como margaritas en primavera, los pañuelicos blancos concentrados en el cinco bajo. Que después de lo del triángulo de las Bermudas, ese recuadrito es uno de los grandes misterios de la naturaleza. Que oiga, no se crea, que todavía los había que a la salida se quejaban del señor presidente. Que los hubo que te animaban a ser generoso porque llevaba una década sin venir a Madrid, que si tal, que si cual. Que poco ayudan estos entusiastas del pañuelico a los que consideran que tienen que hacer triunfar como sea. Que no voy a decir que me apetezca volver a ver a Rafael Cerro otra vez, pero si viene con esta grey autobusera...

Y cerraba Raúl Rivera. Que si Cerro recordaba a los que salen a las capeas hoy en día, este nos traía a la memoria a los capas de antaño maestros en asaltar corrales y agenciarse un par de gallinas. Que no es que no parara quieto, es que se quitaba con descaro en cada embestida, apartándose aún más de lo alejado del cite, largando el trapo allá dónde fuera, dejando bien a las claras el no saber por dónde echarle mano a aquello de negro. Unos bajonazos monumentales, que se iba tanto, tanto, que el llegar con el acero a cualquier parte del toro ya era meritorio, pero claro, eso no cuenta, el pegar la cuchillada caída no es de mérito, es de mucho demérito, demérito vergonzante.. Que los tres, como todos, se empeñaban en lo del derechazo y el natural, algo que no casaba con los de Juan Luis Fraile, que todo lo que se podía hacer con ellos era lidiar, macheteos por abajo, con poder y simplemente prepararlos para la suerte suprema. Y así, hasta podía ser que alguien les hubiera pedido la orejita, pero eso dicen que ya no gusta. Pues nada, que sigan a lo mismo y a ver cuántos festejos suman este año. Al menos el de ninguno en el 24, ya tiene uno en el 25, gran año para él. Pero que nadie se alarme, porque toreen las que toreen y dónde las toreen, que esos entusiastas de los pañuelos que nunca fallan.


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viernes, 11 de julio de 2025

Los mismos de siempre, con borrachos debutantes

Y si no quieren ir a los toros a Madrid, póngase el encierro de Pamplona, presentado por un confeso anti de las corridas de toros, pero que si le pagan bien, madruga por San Fermín y se traga sus elevados principios éticos y morales.


Esto de “Engúllete las Ventas” es una oda a la catástrofe. Catástrofe jaleada por la empresa y jaleada y auspiciada, promovida y patrocinada por la Comunidad de Madrid, que también tiene entre sus funciones el alardear de que defienden la Tauromaquia ¡Miau! Que hay muchas formas de entender esto de defender; que claro, como a los madrileños nos gustan las cañitas, las terrazas y el colegueo de hago lo que me sale de mis santas... pues la plaza de Madrid es el ejemplo perfecto, el paradigma de la defensa de la Tauromaquia, nadie mejor... o quizá nos supera el sol de Pamplona, aunque eso ahora parece algo inalcanzable, pero demos tiempo al tiempo. Las Ventas es el mayor botellódromo y el mayor despropósito del mundo de los toros. Chavales, a mansalva, que empiezan a notar los efectos báquicos... que narices báquicas, del alcoholazo garrafero, a partir del tercer toro. Chavales que no paran de pasear por tendidos gradas y andanadas a su aire, sin importarles si hay algún incauto que se interese por lo que sucede en el ruedo. A ellos, evidentemente y como se dice vulgarmente, les suda los... bueno, tan vulgar no hay que ser. Que les importa nada, vamos. De pie, de espaldas a la arena de charla con este, con aquel y eso sí, cuando ellos deciden, ¡Sssssssshhhh! ¡Sssssssshhhh! ¡Sssssssshhhh! ¿Y antes? Y vívases por aquí por allí, apareciendo el hijo de..., el cabr... con solemne descaro, lo que ya les digo que sorprende y ofende a los habituales de las plazas de toros, al menos la de Madrid. Que uno lleva... unos pocos años por esos lares y nunca, salvo ebrias excepciones, había escuchado tal terminología ¡Vivir para ver... y escuchar! Y por si alguien dudaba de lo que había, pudimos ver el triste, tristísimo espectáculo de como a un chaval, porque era un chaval, se lo tenían que llevar sujeto entre sus “colegas!, porque el crío no se sujetaba en pie. Y esto dicen que es defender la Tauromaquia.

Y la empresa sin poner personal de plaza, porque ver un polo azul intentando poner orden es un imposible en estas noches de botellón. Qué gran empresa y que cosa más nefasta. Que el grupo inversor y los de la agencia de viajes deben estar encantados, hasta la Comunidad de Madrid debe estar encantada, pero, ¿ha habido una empresa que haya podido hacer tanto daño a los toros y a la plaza de Madrid? Y anda que no lo tenían fácil, pero lo ha conseguido con creces. Y ya he nombrado dos veces, tres con esta, a la Comunidad de Madrid, concretamente al Centro de Asuntos Taurinos, que no es que intente controlar la gestión de Plaza 1, no es que se abochorne del deplorable espectáculo que se viene produciendo en la plaza de las Ventas, es que ha asumido su posición de subordinada ante la empresa, se ha postrado de hinojos como los siervos ante el tirano, diciendo a todo que sí y que bueno, la Discoventas, el macrobotellón ya habitual, los precios, los carteles, las fechas de festejos, los... si es que son tantas cosas ¿Y el aficionado? Lo primero, ¿qué es el aficionado? Si hablamos de los abonados, pues unos están encantados con que se liberen los precios, pensando que a ellos no les tocará la china -pobres ingenuos, pobres ilusos que igual hasta se ahogan con su propio y abundante baboseo- Los que esperan con ansias el indulto y el rabo, los que jalean al amigo o paisano y les sacan a saludar antes de empezar, los que quieren las ganaderías amigas, los que meriendan como todos y reniegan de las meriendas ajenas, los que pasan lista por si va Pepito o Juanito -que miden el nivel de afición por el desgaste de culo en la piedra- Pero al final, tragan como benditos, tragan y tragan y ya ni montan broncas, no vaya a ser que el periodista amigo, el ganadero amigo, el torero amigo, el amigo del torero amigo o el lucero del Alba, les afee esa actitud tan poco taurina, porque que no se olvide nadie, ellos también quieren ser taurinos, ¡pobres ingenuos, pobres ilusos!

Y me dirán que, ¿y del festejo, qué? Pues un encierro de los Chospes en el que la mansedumbre se enseñoreó a sus anchas, en que cada novillo superaba al anterior y el siguiente al anterior, echando sobre todo tres novillos finales que en muchas plazas pasarían por toros sin ningún esfuerzo. O quizá no, pero más bien porque algunos decidirían que con esa presencia no hay quién se pueda expresar. Blandos, en algún caso en demasía, muy mal lidiados; perdón, corrijo, no lidiados. Con tres novilleros, Nino Julián, Mariscal Ruiz y Juan Alberto Torrijos, que venían a hablar de su libro, a dar trapazos muleteros a diestro y siniestro, dejando el resto para el peonaje, que allí anduvo como Dios se las dio a entender. Los picadores, pues en su línea, pero también hay que reconocer algo, que los dejan a merced, lo que no influye para que peguen un navajazo en la paletilla. Pero si un toro no quiere capotes y mucho menos caballo y se arranca de mala manera, además de evitarse un marronazo, los de a pie, especialmente el matador de turno, deben estar al tanto para sacar al animal del peto y no ponerse a lo lejos a levantar la mano. Y si el toro no va al caballo y el caballo tiene que ir al toro, porque ya solo se trata de picar, no pasa nada porque se pise la raya. Que al final veo que va a montarse la Asociación de amigos de la cal, integrada por esos que luego relinchan una y otra vez, una y otra vez lo de “picadoooor, que malo...”. Que sí, que son muy malos, pero a veces, si nos paráramos a pensar y además pensáramos que esto no es un acto mecánico, pues...

Nino Julián tiene las maneras de un torero del Folie Bergere. Zarandea el capote sin idea, pone banderillas amanerado, como todo lo que hace, y unas veces sobre un pitón, otras al quiebro, según pase. Con la muleta, pues uno de tantos, que si más telonazos o más culerinas, cites descarados con el pico. Sin ningún criterio lidiador, que si el toro se le va a tablas, allí va él sin pensar si en terrenos, si en querencias. Y si su segundo quiere escapar constantemente, pues nada, hay que seguir dando trapazos a tutiplén y si la cosa no pita, entre los pitones. Y la espada... pues eso, bajonazo, pinchazo y siempre tirando el trapo al suelo. Un fenómeno.

Da cosa hablar de mariscal Ruiz después del trompazo que dejó conmocionada a la plaza, pero quizá no nos quede otra. Que el hombre, lo que se dice duende, pues no tiene y además se esfuerza en dejar evidente su vulgaridad en el trapaceo, pico, tirones, manivolazos y perdiendo el tiempo alrededor del novillo. Como sus compañeros, ni piensa en fijar a un toro, que ellos están para dar pases, a ver cuándo nos enteramos. Y en el quinto, que entraba cómo un buey y después de unos telonazos, en un momento se quedó descubierto y allí que tiró el manso el derrote que le levantó y tras una caída a plomo, inmóvil en la arena y con espasmos, fue llevado a la enfermería y los móviles ardiendo, con el personal deseando ver un avance del parte. Salió un banderillero y se señalaba el costado, sin otros ademanes, lo que al menos tranquilizaba algo. Parece que la cosa quedó en solo ese trompazo, que ya es bastante y que pudo haber sido otra cosa.

El tercero era Juan Alberto Torrijos, que ya con el capote dejó evidencias de su escasa pericia capotera. Que claro, si todo tu saber se reduce a irse a portagayola, pues ya es para no esperar demasiado. Con la pañosa, pues, poco que contar, que a veces parecía que era el prólogo al Empastre y el Bombero torero. Trallazos absurdos, enganchones y manteniendo ese nivel de diez en cuanto a la vulgaridad. Vulgaridad en la misma concepción del ciclo, de los carteles, del respetable que no se respeta, de los responsables de la empresa, la plaza y hasta del que vende fantas y al final solo queda en que a esto siempre van los mismos de siempre, con borrachos debutantes.


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viernes, 4 de julio de 2025

El que dijo que esto no podía ir a peor... se equivocó y de qué forma

Igual la cosa sea volver a los orígenes, pero viendo cómo está esto, lo mismo hay que remontarse hasta...


Segunda merienda multitudinaria y ya parece que han devorado el poco prestigio que le quedaba a la plaza de Madrid. Bien servido en unas cajitas de cartón muy monas, con salsa al gusto y una buena bañera de lo que guste para inundar el gaznate y a devorar como hienas esta plaza que un día fue algo que se echa tanto de menos. La afición, por ejemplo, ¿dónde estará la afición? Pues igual ya va camino del panteón de personajes ilustres, pero sin boato, sin plañideras, sin apenas nadie que lamente tal pérdida, quizá porque entre tanta zampa y tanto trasegar alcoholazo, al personal se le va la cabeza y más que pensar en prestigios y tradiciones, está más por eso de ir y venir a por más carnaza que obnubile los sentidos, que ciegue la vista y aceporre el sentido común. Y si a todo esto le unimos la lluvia, pues pasa lo que pasa, que las Ventas enloquece; que siempre quedan unos cuantos, cada vez menos, que no dan crédito, que por las horas, pues se llevan su bocata, que eso no es malo, y su lata o latas de lo que sea y son capaces de seguir el festejo. Y si llueve, pues se mojan, que es lo que tiene el estar al aire libre, pero intentan no perder detalle de lo que pasa en la arena. Pero ya digo que esto son contados, que hasta casi podemos ponerles nombres, que si Alberto, Carlitos, Adrián, Felipe, David y alguno más que sí, que iban a cenar, pero sobre todo iban a los toros, que cenar en los toros ya digo que no es un deshonor, pero ir a cenar y si acaso ver algo de los toros, eso es otro cantar. Que caen cuatro gotas y para arriba, a saltar a las gradas, que como la empresa apenas pone personal para estos días, pues aquello se convierte en una gymcana gigante. Que afloja, pues para abajo otra vez. ¡Ay, que llueve! Venga para arriba, que para, pues... y así toda la santa noche. Y además las visitas al festival del gourmet de las jornadas de “ponga su colesterol a mil”, “A tomar por... la operación bikini” o “Abuela, que eso tiene mucha sal y grasa y... un día es un día”. Que si se pasa un antropólogo estudioso del fenómeno taurino como rito atávico enraizado con la esencia de la civilización mediterránea y ve esto, se vuelve a su casa y quema todos los legajos escrito durante años, para empezar otra tesis de nuevo cuño: “La Tauromaquia del s XXI o el co... de la Bernarda”.

Que dirán que por estas tampoco voy a hablar del festejo, pero, si ustedes hubieran vivido lo que hemos vivido, entenderían mi desamparo, mi sensación de que el fin del mundo ha empezado por Madrid, por la calle de Alcalá. Que no vivas han soltado, que entre el trasiego y el trasegar no daban para más. Que sí, que era una novillada de Sagrario Moreno, una señora novillada de aspecto impecable, seis láminas, seis novillos que en esas plazas del mundo igual habrían pasado tranquilamente como toros. Que a alguno igual algún figura de áureo palmito no lo habrían querido ni ver, ni que les mostraran una foto de los animales. Pero luego han dejado ver demasiada flojedad, más de lo admisible. Eso sí, flojos y todo, pero que han podido con creces con los tres actuantes que estaban anunciados. Que habrá quién piense que nocturna, novillada y que van y ponen a tres que apenas han ido por el mundo, pero ni mucho menos. Fabián Jiménez volvía para demostrar que la primera vez era nada y ahora sigue siéndolo. Bruno Aloi, que seguro que tiene predicamento en México, que ya ha repetido varias veces en eta plaza, pero al que se sigue sin entender que siga viniendo. Y Pedro Luis, novillero llegado de Perú, que lo que ha copiado de los fenómenos de aquellas tierras es el ponerse a torear de salón mientras sus compañeros se las están apañando con el novillo en el ruedo. Será que esto se lo enseñan en las escuelas de allende los mares.

Tres escuelas diferentes que convergen en una, la escuela del mantazo capotero y el trapazo muletero, rematado con sartenazos que deberían ofender hasta a los del sube y baja, baja y sube, pero no, estos lo celebraban, quizá porque así podían volver a la barra a por más pitanza, aunque... si les daba igual que hubiera toro o no, si ellos transitaban por los tendidos como Juan y Manuela.

Que esta escuela de la modernidad ahora dicta que el toreo de capote es sacudir la manta sin criterio ninguno, que igual se ponen a dar chicuelinas o lo que sea de salida... ¡Caramba! ¡Igual que sus mayores! Pero el manejo del capote para simplemente fijar a un toro, eso lo dejan para otra tarde, lo mismo que el poner el toro en suerte. Venga capotazos y más capotazos y al final el toro se les va. Que sí, que lo de Sagrario Moreno andaba suelto y hasta buscando los terrenos de toriles de salida, pero es que nadie le ofrecía un capote para sujetarlo mínimamente. El comportamiento en el caballo ha sido más que discreto, aunque en los tendidos siempre se gritaba eso de ¡Picaaaadoooor! Incluso en el sexto, que no quería caballo de ninguna de las maneras y para poderlo picar, en lugar de ir el toro al caballo, ha ido el caballo al toro y ha tenido que pisar la raya ¡Anatemaaaa! La raya no se toca. En fin, lo de siempre. Luego venga trapazos, sin que el personal hiciera demasiado caso, y cuando se lo hacían, pues venga a jalear lo injaleable. Pico descarado, en los tres, escupiendo al toro y pasándoselo lejos, los tres, venga a pegarse carreras y más carreras, los tres, y dejándosela enganchar hasta la desesperación, los tres. Que como estos sean el futuro, futuro, no vengas. Que algunos nos acusarán de que no vemos nada positivo, pero de verdad, es que está muy difícil el querer ver algo bueno o simplemente nuevo. Que seguiremos yendo a la plaza, faltaría más, pero de verdad, el que dijo que esto no podía ir a peor... se equivocó y de qué forma.


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viernes, 27 de junio de 2025

Cénate las Ventas... y no olvides las sales de frutas por quintales

¿Es esta la fila para los torreznos? ¿El último?


Este invento tan... tan... tan hortera, chabacano y vulgar de convertir la plaza de Madrid en la feria del tocino frito, la pizza de morcilla y el pincho de saín en vena a las ricas hierbas de ortigas ya ha empezado. Que algunos pensaban que las Ventas no podía caer más bajo; pues no apuesten, que con estos gestores de Plaza 1, lo que va mal puede ir peor y lo que puede ir peor puede acabar en el Cénate las Ventas y en la Discoventas de después del festejo, con un pincha o dj, de lo más animoso, que dan ganas de no irse a casa y quedarse a ver si te toca una tostadora o una muñeca Chochona, porque el speaker en cuestión a nada lo confunden con Manolo, el animoso locutor de la tómbola de la verbena del barrio de Canillejas en sus fiestas de septiembre. Y digo Canillejas, para que no se me ofenda nadie, aunque igual ustedes tienen otros candidatos que le disputarían el puesto de charlatán del año. Bueno, no, que ese título lo tienen in pectore lo mismo el señor Casas, que el señor Garrido. Bueno, este más sería de tómbola parroquial. A cada uno, lo suyo.

Que si hacemos caso a cómo anuncian tan magno evento los señores Plaza 1, esto va de llenar el buche, que solo respirar los aromas de las planchas y el colesterol se te dispara y alcoholazo, mucho alcoholazo, para que a partir del tercero de la noche los vivas broten como enjambres de chicharras en plena canícula. Y dirán ustedes, ¿y los toros? Pues de los toros, ni noticia, que el cartel solo hablaba de pitanza, no de toros, toreros, ganaderías, ni perrito que le ladre. Y es entrar en la plaza, con solo una puerta abierta, no vaya a ser por las otras se escape el gato, subir a la primera planta y empezar el campeonato de slalom de mesas, sillas, plantones con el vaso en una mano y lo que sea en la otra. Y no molesten, que estamos en la hora de la cena. Bueno, pues me salgo por las terrazas y así esquivo esa manifa de mesas por todos los pasillos, pero... nada, que está peor. Pues habrá que ir pidiendo paso, permite, perdón, permite, perdón, le importa, perdón... y si logra llegar a unas escaleras para subir a la localidad, ¡alabado sea el torrezno! ¡Oiga! ¿No sabe que puede bajarse a los tendidos, como la gente pudiente y se evita el subir a los cielos de gradas y andanadas? No, es que prefiero ir a mi sitio de... Desagradecido, ¡qué gente tan ingrata! Que te dicen que vayas al tendido, no por ver el ruedo desde más cerca, sino porque así tardas menos en salir al pasillo, pedir unas alitas o o que sea, dos barreños de alcoholazo y volver al tendido.

¡Ah! Que además ha habido una novillada, muy anovillada, excepto el sexto, del Retamar, con la que no han podido de ninguna manera los tres de las medias rosas. Dos primeros para estar toreando hasta que se acabaran los torreznos y los pinchitos de morcillas, un tercero por el estilo, pero menos claro. Y tres mansos en la segunda parte que fueron incapaces de fijar mínimamente, pero que sin comerse a nadie, se comían a los tres actuantes. Pérez Pinto, que se presentaba en Madrid y que le veías y parecía capeado por esas plazas de pueblos del mundo, pero para ser el que daba cuatro trapazos seguidos, porque en el momento en que la cosa exigía algo más, como llevar una lidia, poner el toro al caballo o darle cierto sentido al trasteo, enseguida uno se daba cuenta de que solo está para eso, cuatro trapazos en el Carnaval del Toro, tres en las capeas de Arganda y poquito más. Que así se explica que se presentara en Madrid casi una década después de debutar de novillero y de los dos festejos del año anterior. El segundo era Tomás Bastos, que volvía a Madrid, no me pregunten por qué. Este, ni capeado, ni sin capear, un chavalín modernito, que a puntito ha estado de ver a su segundo irse vivo y cuyo punto fuerte, según cree él, el irse a portagayola. Que igual lo es, porque de torear, lo que se dice torear... ¡unas bravas para el caballero! ¿Otra cervecita? Manolo, saca el barreño, que el señor quiere otra cañita. Y el tercero era Pedro Montaldo, que no es que se parezca a sus compañeros, porque ya hasta parece que hay nuevas escuelas de ineptitud y la de este es el dar trapazos a toda velocidad, dando vueltas como un giraldillo en un vendaval, mientras se vivea a todo lo que se mueve. Y venga vivas. Eso sí, el hombre no tiene suerte con la espada y suma las entradas por pérdidas de muleta. Pinchazos en los blandos una y otra vez y el trapo al suelo. Que como dijo una vez alguien con mucho acierto, tendrían que ponerles una pulserita como el mando de la Wii, a ver si así no pierden el engaño con tanto descaro. Eso sí, que llegas a casa y te enteras que el mozalbete se ha dado una vuelta al ruedo en el sexto. Que imagina uno que habrá sido multitudinaria, tanto que quedarían los familiares y los de las almohadillas echando al personal, que había que recoger y se hacía tarde. Pero claro, tanta grasaza, tanto alcoholazo, tantos vivas a la plancha, tanta chabacanería... Pero nada, que no decaiga esto de Cénate las Ventas... y no olvides las sales de frutas por quintales.


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lunes, 23 de junio de 2025

Con los inválidos no hay lugar para posturitas grotescas y vulgares

 

Se creen divinidades de la tauromaquia y solo son... la nada


Cuando era niño, después de adolescente y ya mayorcito, bastante mayorcito, mis mayores, loa que sabían tanto de esto, me decían que en esto de los toros, de lo que se trata es de poder, dominar y mandar sobre un animal fiero y con un poder desmesurado. Eso se me quedó grabado a fuego en mis ansias de querer llegar a ser algún día un aficionado a los toros y más concretamente un aficionado de Madrid, mi plaza, mi casa, mi refugio, el lugar dónde tanto he recibido y dónde quizá haya querido dejar algo para poder corresponder, pero siento que estoy muy lejos de poder hacerlo. Pero al menos, cuándo veo un espectáculo como el vivido en esta tarde de Valdefresnos, con Luis David Adame, José Fernando Molina y Christian Parejo, no puedo por menos que indignarme y rebelarme contra esta idea ñoña y simplista en que quieren que se convierta esto que un día nos legaron aquellos de los que tanto pudimos aprender. Aquello del poder, dominio y mando ante un toro, ha mutado, porque de una mutación de trata, en un espectáculo, un show, en el que el toro ha desaparecido, porque lo que sale por chiqueros solo llega a a caricatura y en tardes como esta, a caricatura inválida. Y claro, entenderán que en el momento en que no hay toro, nada importa de lo que vaya a suceder en el ruedo. Pero en este nuevo... llámenlo cómo prefieran, el objetivo es que los de luces, paisanos, primos o lo que sea, corten despojos a mansalva, aunque su actuación sea deplorable, vulgar, cateta y vacía de todo lo que debería ser el toreo. Que con esta introducción, igual se hacen una idea de lo que ha sido la última corrida de toros hasta mediados de agosto. Que dicho así, suena fuerte, pero esa es otra, esto es lo que nos ofrece nuestra nunca bien ponderada plaza 1, que tantos desvelos le provoca el tener que cubrir una temporada completa, aunque que no se agobien, que con esto de las obras de la plaza se la van a quitar de encima de un plumazo y lo mismo hasta hacen el gran esfuerzo de que no vuelva, siempre con el amparo y la complicidad de la propietaria de la plaza, la Comunidad de Madrid. Los defensores de la Tauromaquia se proclaman ¡Viva el cinismo!

El esperpento se ha empezado a construir sobre una infumable corrida de Valdefresno, que lo mismo uno era aplaudido por los carniceros, que otro parecía un vaco feo y destartalado, otro más justo, pero todos escasitos de fuerzas, inválidos, ante los que el señor presidente de la corrida ha hecho el Tancredo y lo mismo hasta rezaba para que no se fueran al suelo una vez más de todas las que se fueron, para sí no devolverlos a los corrales. Que si hubiera sido el usía poseedor de un mínimo de afición, igual se habrían vaciado los corrales de las Ventas, porque se podrían haber devuelto la corrida en pleno. En el caballo apenas se les picó, siendo generosos en la valoración, y curiosamente todos peleaban con un solo pitón, el izquierdo y echaban la cara arriba. Unos buscaban más los terrenos de chiqueros, sin que los de luces intentaran fijarlos en los capotes. Inválidos, pero con los que no podían los tres acartelados. Ausentes durante la lidia, mal lidiados, sin orden, ni concierto, para después intentar mantenerse en pie. Eso sí, con estos ejemplares, tampoco pudieron, el colmo de la falta de dignidad taurina.

Luis David Adame muy inseguro y desconfiado, aparte de las ya mentadas carencias lidiadoras, todo su bagaje fue un toreo ventajista, vulgar, con mucho enganchón y contando cada muletazo por un tirón destemplado. Sin saber qué recursos oponer ante sus blandos oponentes. Muletazos en los que era él quién se movía y no el toro, se pasaba solo. Resultó cogido en su primero al entrar a matar, cogiéndose solo, sin pasar, sin hacer la cruz o como en el cuarto, tirando el trapo a la cara del animal.

José Fernando Molina venía con su incondicional grey de partidarios, dispuestos a jalearle hasta saltar a la comba, si así quisiera. Y con estas, ya podía estar dando trapazos a un inválido, que él a lo suyo, a ver si el paisanaje se calienta y le piden un despojo, como ya ha ocurrido con él en esta plaza. Y claro, si se engorda la estadística, te lo ponen otra vez, porque aquí cuenta el cuánto y poco o nada el cómo. Trallazos, pico, muy despegado y a poner posturas mientras el de Valdefresno besaba la arena. Enganchones a mansalva, pico y al tirarse para cobrar un bajonazo, al quedarse en la cara del toro, sufrió un revolcón, por lo que tuvo que pasar a la enfermería. En su segundo, ya con vaqueros y sin chaquetilla, que debe ser muy incómoda, hasta medio lo sujeto con el capote mientras le cedía terreno. Le dejó a su aire por el ruedo, hasta llegar al último tercio, donde le recibió de rodillas, muy chabacano él, dando trapazos de todo tipo y seguir ya en pie con más sacudidas de trapo, corriendo detrás del Valdefrresno, que tenía fijación con irse a tablas. Alargando el brazo, abusando del pico, enganchón tras enganchón y hasta los jaleos del personal sonaban ridículos. Debían creer que los despojos se ganaban a voces, pero Molina se empeñaba en llevarles la contraria, cada vez un pasito más hacia la vulgaridad y penando detrás del toro, como si este ya estuviera harto de tanto trapazo. Los repetidos fallos con los aceros impidieron que los entusiastas hicieran aún más el ridículo pidiendo despojos. Pero que alejado de la realidad está el albaceteño, lo mismo que muchos que visten de luces, que después de semejante parodia, hasta amagó con darse un rulo por el ruedo.

Y si hablamos de partidarios sin sentido del ridículo y de torero alejado de la realidad, quizá Christian Parejo sea un buen ejemplo de esto. Incapaz de sujetar un toro, permitiéndole andar a su aire por el ruedo, ya con la muleta, pues lo de todos, pierna de salida exageradamente atrás, trapazos a un animal que se quería ir, pico abusivamente descarado, siempre fuera y bajonazo. En su segundo, el de menos trapío, con diferencia, parecía desesperantemente desganado, inhibido de la lidia, como si fuera el toro de otro, hasta el punto que con el toro debajo del peto, aunque se cambiara el tercio, él se marchó a pegarse su buchito de agua, a templar la muleta, sin importarle si sacaban al que supuestamente era su toro, del peto o si se lo llevaban a Malta de vacaciones. Y ya con el animal aquerenciado en tablas, allá que soltó todo su repertorio de vulgares trapazos, sin parar quieto un momento, sin otro fin que acumular sacudidas de la tela, una y otra y otra y otra más, hasta la desesperación del personal al que ya no le cabía ni una gota más de chabacanería. Tras un bajonazo aún había quien sacaba los pañuelos de dos en dos, pero lo que quedaba en el espíritu de la ya escasa afición de Madrid es que esto se ha convertido en un esperpento en el que solo valen los despojos a costa de lo que sea; será para comentarlo en el viaje de vuelta. Que este cartel no se puede repetir en mucho, mucho tiempo, ni por el ganado, que bien podría quedarse en la finca varios inviernos seguidos y sin anunciarse en Madrid. Y por supuesto la terna que si de inicio no tenía justificación para asomarse a la calle de Alcalá, al acabar quedó más en evidencia que si quieren, que toreen en su casa, a ver si van los mismos entusiastas vocingleros que solo idolatran los despojos y que si lo creen oportuno, tampoco es necesario que aparezcan por aquí para tirar la honra de la plaza por los suelos. Que ya está bien de tanta chabacanería casposa y a ver si toreros y hooligans se meten en la cabeza que con los inválidos no hay lugar para posturitas grotescas y vulgares.


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